Estas mismas palabras apretaron el corazón y cambiaron la vida de otro hombre – un hombre que nació en Eiselben, Alemania en 1483; y, a través de el, eventualmente cambió al mundo. El joven Lutero tenía una sed de conocer a Dios y un hambre de salvación. El sintió el peso de su pecado y quería librarse de el pero no sabía como.
En los días de Lutero, las verdades bíblicas de salvación, perdón y vida eternal por gracia a través de la fe sola habían sido enterradas en las tradiciones del Catolicismo medieval casi igual que estas verdades del Evangelio han sido olvidadas y perdidas en tantas iglesias que hoy se hacen llamar Cristianas.
Pero la única Iglesia en aquellos días era la Iglesia Católica Romana, y así Lucero estudió para el sacerdocio buscando respuestas, y luego entró en un monasterio a los 21 años. El monasterio significó una vida de negación de si mismo, abandonando hogar y familia, mendigar, ayuno y oración – algunas veces 3 días sin sueño, comida y agua, - vigilias de noche y trabajos de día, rituales y obras, cantos y misas, aún el doloroso auto-castigo. Cada hora de la vida de Lutero estaba regulada. Más adelante escribió:
"Si alguna vez un monje había llegado al cielo por ser monje, yo hubiese llegado allí."
Pero a través de todo esto Lutero no alcanzó ningún sentido de perdón, ningún sentido de acercarse más al Señor, ningún sentido de liberación de culpa. Sus estudios de la Biblia hablaban de un Dios celoso, iracundo y vengativo, quien se deleitaba en castigar el pecado. Sus sueños estaban rodeados por las llamas del infierno. El no estaba enfermo ni loco según algunos han afirmado – el simplemente fue sumergido en el sistema religioso de su día – el sistema que el estaba siguiendo lo condenaba porque el sabía que no estaba a la altura de sus estándares.
Aquello que el consideraba como su propio pecado lo atormentaba. El se preguntaba si sus obras eran suficientemente buenas y esto lo atormentaba. El se preguntaba si su contrición era suficientemente profunda y esto lo atormentaba. El se preguntaba si sus confesiones incluían cada pensamiento, palabra y obra pecaminosa, y esto lo atormentaba.
El hizo un peregrinaje a Roma esperando encontrar paz. De ahí fue a toda iglesia y todo lugar santo para no perderse de ninguna de las indulgencias ofrecidas. El descendió a las catacumbas donde 80,000 mártires y 26 papas yacían en nichos de piedra.
El miraba fijamente la soga con la que Judas supuestamente se ahorcó. El fue a las santas escaleras, supuestamente manchadas con la sangre de Cristo las cuales se suponen por las que Jesús subió hacia el tribunal de Pilato y sangró después de que fuera azotado. El comenzó arrastrándose por esas santas escaleras sobre sus rodillas, besando cada paso protegido con vidrio junto con otros peregrinos y durante todo ese tiempo sus pensamientos estaban tambaleando.
Lo que el estaba haciendo, lo hacían otros al lado de el – otros a quienes el había visto blasfemando despectivamente todos los días y vivían en lujuria y pecado. Habían historias que atravesaban su cabeza del Papa reinante, el malvado Alexander, quien quería envenenar a su propio hijo y cuya hija era la mal famosa y perversa Lucrecia.
Habían historias vergonzosas de su antiguo ideal más elevado, la iglesia, la cual el ahora veía como el lugar de nacimiento de hombres perversos, dinero mal habido y pecado horrendo. El se preguntaba, "Todas estas buenas obras, hechas mil veces diariamente en Roma y en otros lugares - ¿no eran obras muertas, desgraciadas por mil blasfemos incrédulos e hipócritas tales como yo quienes las estaban haciendo?"
El se levantó de sus rodillas, volviendo su espalda a las escaleras sagradas y se fue. Más preguntas todavía retumbaban en sus oídos - "¿Cómo podría alguien pararse antes Dios?"
"¿Cómo puede ser alguien justo ante Dios?"
"¿Cómo es posible para alguien ser salvo?"
Y las palabras que el había leído de Habacuc, lo cual el aún no entendía, aún sonaban en su corazón, "El justo por su fe vivirá."
El terminó en Wittenberg, y tomó sus pensamientos y preguntas a la Palabra de Dios la cual comenzó a ser su fundamento y verdadero gozo. El habría de disertar en la Universidad sobre los Salmos y así el empezó sus preparaciones. El vino al Salmo 22 y descubrió un “Salvador Quién literalmente sufrió toda vergüenza y rechazo de Dios”, pero el no entendía.
El vino al Salmo 32 - " Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado." El no parecía entenderlo pero la Palabra estaba comenzando a ser su fundamento y gozo.
Mientras el continuaba sus estudios, el pasaje de Habacuc se mantenía manando en su cabeza. Luego fue llevado al libro de Romanos y a mitad del capítulo uno, comenzando con el versículo 16, encontró las bellas palabras que liberaron su corazón - " 16Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá." Ahí estaba otra vez – el justo vivirá por fe.
Fue como si fuese alcanzado por un rayo. El tiró su pluma y cayó sobre sus rodillas con lágrimas de entendimiento. El sabía que el Espíritu Santo había venido sobre el – la pequeña y estrecha habitación en la torre se abrió y las puertas abiertas del cielo le recibieron.
Luego Lutero escribió, "Antes que esas palabras rompieran mi corazón, yo odiaba a Dios y estaba molesto con El. Yo era Su propia creación, pero los estándares Santos del Creador eran tan altos y distantes para yo poder alcanzarlos – Pero cuando por el Espíritu de Dios yo entendí esas palabras "El justo por su fe vivirá", entonces me sentí nacido de nuevo, como un hombre nuevo; entré a través de las puertas abiertas hacia el mismo paraíso de Dios.
“Ahora veía las Escrituras, completamente en una luz diferente – ahora era mi querida y consoladora Palabra – ellas no estaban allí para condenarme sino para salvarme.”